El Reloj

Por Nancy LUNA

CHOLULA.- Cada época ha encontrado su propia forma de dominar el tiempo. Desde las clepsidras (reloj de agua) de la Antigüedad hasta los primeros relojes electrónicos, los avances en su medición fueron consecuencia de necesidades prácticas que a la postre dieron lugar a nuevas tecnologías. Entre los siglos XVII y XIX, la relojería mecánica había sido una de las principales herramientas en el tránsito de un mundo agrario, marcado por el transcurso de las estaciones, a un mundo urbano e industrial que descubría la productividad y la precisión.

Sin embargo, los relojes de bolsillo seguían estando reservados a nobles y burgueses, y su precisión continuó siendo precaria. A lo largo del siglo XIX fueron objeto de una serie de mejoras técnicas que incrementaron su calidad, como la incorporación del escape de áncora, un dispositivo que convierte un movimiento rotacional continuo en uno oscilatorio. Con la industrialización, la producción en masa y el consiguiente abaratamiento hicieron posible que, por primera vez en la historia, la hora dejase de ser patrimonio de unos pocos o de estar disponible únicamente en la

torre de la iglesia, el ayuntamiento o la fábrica para pasar a ser un bien al alcance de cualquier hijo de vecino.

El primer reloj de péndulo lo construyó Hygens en 1675, y también se debe a él el reloj de muelle y balancín. Hay referencias anteriores (año 1582) atribuidas a Galileo Galilei como ideólogo del péndulo.

El reloj de agua o clepsidra, el de mayor difusión de la época, de origen desconocido y ya presente en Egipto. El principio es muy simple: el agua gotea lentamente desde un primer recipiente llenando un segundo convenientemente calibrado, cuyas marcas permitían controlar el tiempo transcurrido. En el año 725 se inventa la primera clepsidra con escape, esta pieza fue la base de cualquier reloj mecánico o reloj hidráulico.

El reloj mecánico, su aparición supuso una revolución en la historia del reloj ya que su precisión era mucho más fiable, aunque aún necesitaban algún ajuste. Este mecanismo estuvo presente desde el 1656 hasta la primera mitad del siglo XVIII. Es en este periodo cuando se produce la época dorada de la gnomónica (siglo XVII).

En 1893 Webb C. Ball fue el impulsor del reloj ferroviario, que surgía por la necesidad de sincronizar todos los relojes de los maquinistas, interventores y jefes de estación. Este hecho tuvo una gran importancia a nivel mundial ya que evitó graves accidentes de tren que hubo anteriormente debido a desajustes horarios.

Hoy día vemos relojes en todos lados, en los microondas, en el DVD, en los teléfonos celulares, en las computadoras, en el GPS, los televisores. Vemos relojes plásticos, otros de fino cristal donde vemos su interior y su extraño mecanismo, relojes de pulseras que son joyas y que valen una fortuna. Medir el tiempo se ha convertido en una obsesión humana, pero para bien o para mal del hombre el tiempo siempre controlará la acción humana.

Estos increíbles aparatos tienen la forma de un reloj de pulsera normal, pero integran una potente computadora que nos proporciona infinidad de datos. El smartwatch tiene conexión a Internet con todas ventajas que ello supone, se puede sincronizar con nuestro smartphone. Por supuesto, estos modernos relojes también nos proporcionan la hora.