Materialismo contemplativo, solo es observar

 

Por Edmundo TLACUILO ALMAZÁN 

CHOLULA.- En su tesis nueve sobre Ludwig Feuerbach, Carlos Marx escribe que “A lo que más llega el materialismo contemplativo, es decir, el materialismo que no concibe la sensoriedad como actividad práctica, es a contemplar a los distintos individuos dentro de la sociedad civil”. Esta clase de materialismo conduce, escribe Marx en la tesis, a “la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad”. Por esto vale decir que “el punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad civil”.

En efecto, la falla fundamental del materialismo pre marxista era que solo concebía la realidad “bajo la forma de objeto o de contemplación”, más no como “práctica”, como “actividad humana objetiva”. Los materialista franceses del siglo XVIII aseguraban, por ejemplo, que no había “principios innatos” sino que todas las funciones psíquicas del hombre” eran sensaciones transformadas. A partir de esto sostenían que el hombre, con todas sus opiniones, nociones, concepciones, sentimientos, etc., era fruto o resultado de la influencia del medio ambiente social sobre él.

En su opinión, el hombre era lo que su medio ambiente (sobre todo la sociedad, aunque también la naturaleza) hacia de él. En el mismo sentido asuman que la humanidad, en su desarrollo histórico, estaba determinada por el medio ambiente social, por la “historia (desarrollo) de las relaciones sociales”.

Por si el mundo espiritual de los hombres era el fruto de su medio ambiente, es decir, si las relaciones sociales eran la causa y los hombres la humanidad, el efecto, surgía el problema de explicar “la historia de las relaciones sociales”, es decir, la historia de las modificaciones del medio ambiente social. Cuando se veían en la necesidad de resolver esta cuestión los materialistas franceses contradecían su tesis inicial. En términos generales, decían que el mundo “el desarrollo social) estaba gobernado por las opiniones e ideas de los hombres. De esta suerte, obtenían una contradicción fundamental: Por un lado sostenían que “el hombre, con todas sus opiniones”, era el producto de su medio ambiente, mientras que de ora parte aseguraban que “el medio social, con todas sus cualidades” era el producto de las opiniones. De esta contradicción radical, afirma Jorge Plejanov, “lo que dijo Kant (Emmanuel) de sus antinomias”, a saber, que la tesis es justamente tan concreta como la antítesis”.. ahora bien la tesis materialista que sostiene que los hombres representan el producto de sus circunstancias o relaciones sociales, establece la exigencia progresiva de transformar, en primer lugar el medio ambiente social. Desde esta perspectiva, la virtud del hombre depende de la disposición equitativa de relaciones sociales razonables. Sin embargo, la modificación positiva del medio ambiente social, la “reforma del ambiente”, supone a su vez a los reformadores, pro de ¿Dónde surgirán éstos, si para llegar a serlo necesitan ser antes reformados por el ambiente? , como bien advierte Rodolfo Mondolfo. A esto mismo hace referencia Marx cuando escribe que “el propio educador necesita ser educado”. De esta guisa, surge un círculo vicioso que los materialistas franceses resolvían con ayuda de expedientes utópicos o racionalistas, Pedro Enrique Holbach, por ejemplo, introducía la figura de un “buen príncipe imaginario”, quien apareciendo como uno ed sus ex machina, solucionaba la contradicción.

Helvecio, por otra parte, esperaba “modelar una humanidad perfecta mediante una perfecta legislación”. Esto demuestra la exactitud en el juicio de Marx sobre el materialismo contemplativo. En efecto, esta clase de materialismo conduce forzosamente a la división de la sociedad en dos partes, ya que imagina una serie de hombres “sabios” y “virtuosos”, príncipes ilustrados o legisladores avisadísimos, a quienes coloca por encima de la propia sociedad.

A pesar de ello las utopías reformadoras ofrecen una solución artificial, idealista y abstracta, de la contradicción fundamental de los materialistas franceses. El marxismo, en cambio encuentra su solución la única posible, en el activismo revolucionario. En el principio era la acción, expone el Fausto de Goethe. En este sentido, la práctica o praxis revolucionaria resuelve el problema de definir la realidad o irrealidad de un problema teórico. Federico Engels escribió en 1892, “Los hombres actúan antes de argumentar, y la actividad humana había ya resuelto la dificultad antes de que el sofismo humano la inventará”. Por ello el propio Engels señala que “una duda de cualquier especie puede resolverse únicamente mediante la acción”.

En su tesis tres, Marx explica que la transformación del medio ambiente social coincide con la transformación de los hombres en el momento de la práctica revolucionaria. En suma solo el activismo revolucionario soluciona la contradicción fundamental, teóricamente insoluble del materialismo francés para obrar sobre la realidad es preciso comprenderla, pero no se conoce ni se comprende nada sino haciendo; la realidad no se entiende verdaderamente sino transformándola. En este sentido, el activismo revolucionario o praxis representa la síntesis de pensamiento y la acción,  la unidad “del hacer y del conocer”, del vivir del interpretar, The Proof of the Pudding is in the Eating, (la prueba del pudin se hace comiéndolo).

Benévolo lector, algunos versos de Nicanor Parra Sandoval.

Poeta, cuentista y ensayista nacido en San Fabián de Alico, cerca de Chillan, Chile, el 5 de setiembre de 1914. Estudió matemáticas y física en la universidad de Chile y entre 1943 y 1945, en la de Brow, Estado Unidos. De regreso en su país fue nombrado director interino de la escuela de ingeniería.

Epitafio

De estatura mediana,

Con una voz ni delgada ni gruesa,

Hijo mayor de profesor primario

Y de una modista de trastienda;

Flaco de nacimiento

Aunque devoto de la buena mesa;

De mejillas escuálidas

Y de más bien abundantes orejas;

Con un rostro cuadrado

En que los ojos se abren apenas

Y una nariz de boxeador mulato

Baja a la boca de ídolo azteca

-Todo esto bañado

Por una luz entre irónica y pérfida-

Ni muy listo ni tonto de remate

Fui lo que fui: una mezcla

De vinagre y aceite de comer

¡Un embutido de ángel y bestia!