Ni un pasante menos

Por Dr. Omar ROJAS VÁZQUEZ

CHOLULA.- Era el año de 1935 cuando el director de la escuela de medicina de la UNAM, Dr. Gustavo Baz Prada, proponía lo que en 1936 se volvería una ley, el servicio social en medicina, justificado como prueba de fuego para los médicos recién egresados, así como un mecanismo para retribuir lo que se había invertido en su educación, 85 años después de la promulgación de esta ley, surgen dudas respecto al año que para muchos puede ser el peor y en algunos casos, el último.

Posterior al año de internado de pregrado, los médicos recién egresados son concentrados en todas las facultades de medicina, donde se sortean plazas, algunas veces insuficientes, para realizar el famoso año de servicio social, dichas plazas se clasifican en 4 categorías, las plazas tipo A, no reciben ninguna remuneración pero son plazas dentro de la ciudad, incluso dentro de la misma universidad, las plazas tipo B son en comunidades rurales de hasta 15 mil habitantes, las plazas tipo C son en pueblos de menos de 2,500 personas, con horario exclusivo (donde uno permanece todo el día, todos los días), las becas varían dependiendo la institución y el tipo de plaza, ninguna es comparable con las otorgadas a los programas sociales de esta administración.

De hipotéticas mil plazas, un 7% corresponden a investigación federal, una raquítica beca a cambio de una estancia en un instituto nacional u hospital de tercer nivel sometido a la violencia jerárquica que ello representa, un escaso 10% son plazas en la ciudad, dentro de los campus universitarios o centros de salud urbanos, el resto son plazas en lugares sumamente alejados, a 4, 5 o 6 horas de la ciudad más cercana, en condiciones infrahumanas, muchas veces sin luz, sin gas, o sin agua, a merced de lo que la presidencia del pueblo o los habitantes puedan ofrecer al médico pasante.

No son pocas las historias de compañeras y compañeros que fueron amenazados, extorsionados, violentados y en el peor de los casos, asesinados, recordemos el detonante del paro estudiantil de 2020, la muerte de un médico pasante que desencadenó el movimiento más grande visto desde 1968, sin embargo, las quejas interpuestas por todos estos actos se archivan en los expedientes de las oficinas de la secretaría de salud, donde al parecer, es más importante la papelería que la integridad de los médicos pasantes, la incompetencia de las jefaturas de enseñanza jurisdiccionales, puestos ganados como castigo, ausentes de vocación docente, es palpable con la indolencia e indiferencia a las demandas de los pasantes.

Es la hora de reformar completamente el servicio social en medicina, los médicos pasantes no somos (porque todos fuimos pasantes) mano de obra barata, somos engranajes esenciales en áreas abandonadas por el sistema, muchos son dejados a su suerte en lugares remotos, lejos de casa, sin apoyo, y en ocasiones, incomunicados, el año de servicio social dejó de ser una prueba de conocimiento y se volvió más una prueba de supervivencia, donde hay que evitar asaltos, extorsiones, violaciones y asesinatos, mientras las autoridades de la secretaría de salud, incompetentes, incapaces, indolentes e ignorantes hacen caso omiso de las súplicas de las y los compañeros, solo voltean a ver cuando son violadas, asesinadas y dejadas en la clínica donde se supone iban a estar seguras.

Los 12 meses de servicio dejaron de ser útiles, es tiempo de que las autoridades universitarias absorban completamente a todos sus egresados de medicina para brindarles mayor seguridad, o que, finalmente, sea abolido un año inútil, donde solo somos usados como meseros, sirvientes y en el caso de los que van a un pueblo, mano de obra barata, sin los beneficios del empleado, y con las obligaciones de un médico titular.

Ni un pasante menos.

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