Pandemias: Una perspectiva histórica

Primera Parte

Por Dr. Omar ROJAS VÁZQUEZ

CHOLULA.- Cuando el primer ángel vierta su cuenco sobre la tierra, el daño y el dolor caerán sobre los que tengan la marca de la bestia, si bien es un texto tomado del libro del Apocalipsis, en los últimos meses dicha frase ha resonado en la mente de muchos, desde religiosos hasta científicos.

Originaria del griego dórico, la palabra plaga, ha evolucionado a lo largo de la historia, siendo hoy en día, un término más bien simbólico, sin embargo, como es sabido, quien no conoce su historia está condenado a repetirla, en Perspectiva 360 conocemos el valor de esta, por eso hemos decidido hacer esta primera entrega, donde abordaremos el contexto histórico de las epidemias, cualquier parecido con la realidad, no es mera coincidencia.

Es la biblia quizá el libro que, da fe de la divinidad y el misticismo de estos brotes con las diez plagas soltadas en Egipto, si bien algunas son de corte divino, la peste del ganado, las úlceras y la muerte del primogénito, poseen un componente infeccioso, como el de las siguientes protagonistas.

Plaga ateniense

Históricamente documentada entre el 430-411 a. C; fue sorteada en Atenas una de las plagas más mortíferas de la época, los indicios señalan que Hipócrates, el padre de la medicina, fue contemporáneo a ella, Tucídides, sobreviviente a la plaga, data el origen, aparentemente en Etiopía, con una vertiginosa expansión hacia Egipto y Grecia, con síntomas que incluían tos con sangre, fuertes dolores estomacales, dolores de cabeza, conjuntivitis, fiebre y vómito, con una mortalidad media a los 7 días, con grandes secuelas para los sobrevivientes, a saberse, ceguera y parálisis. Doctores y otros cuidadores frecuentemente eran contaminados y morían al lado de quienes habían intentado ayudar.

La desesperación llevó a la desobediencia, ignorando leyes humanas y divinas, la población griega cayó en el hedonismo desmedido, propagando aún más rápido la plaga en la ya sobrepoblada Atenas, donde decenas de miles, incluyendo a Pericles, el amado líder griego.

La plaga ateniense mermó la economía, la población e hizo que la superstición, sobre todo entre los oráculos, reinara por un tiempo. Hoy en día, se debate sobre la enfermedad, señalando al a peste bubónica, la fiebre tifoidea y más recientemente un brote de Ébola como causantes de la desgracia griega.

Plaga Antonina

Doscientos años después, alrededor de 165- 180 d. C; durante el reinado de Marco Aurelio, un brote de viruela comenzó en Seleucia (Siria), afectando a Asia Menor, Egipto, Grecia e Italia, a diferencia de la plaga ateniense, esta se expandió por los vastos territorios romanos, destruyendo un tercio de la población y reclamando la vida del propio Marco Aurelio.

La supremacía militar fue mermada, al igual que la economía y la población, del mismo modo que las tradiciones fueron evolucionando, dando paso así a nuevas religiones, incluido el cristianismo, probablemente esta plaga creó las condiciones para la caída del Imperio Romano de Occidente.

Plaga Justiniana

A mediados del siglo VI Yersinia Pestis brotaba en Etiopía, avanzaba hacia Egipto y a las estepas centrales de Asia, por las rutas de las caravanas, expandiéndose rápidamente al mundo romano.

Descrita por Procopio, Juan de Éfeso y Evagrio Póntico, el brote Bizantino es el más tempranamente ejemplo documentado de las actuales epidemias, muchas personas sufrieron de alucinaciones, los síntomas incluían fiebre y fatiga, las bubas aparecían en el área inguinal y en las axilas, ocasionalmente por atrás de las orejas, estas protuberancias eran sentencia de muerte, pues el paciente perecía en poco tiempo, sin poder comer ni dormir, se entraba en un estado letárgico, seguidos de insania mental. Muchas personas morían a consecuencia de las bubas gangrenadas, otros tantos vomitaban sangre, unos más corrían con la suerte de reventar las bubas y ver brotar cuantioso pus, recuperando la salud al poco tiempo.

Justiniano contrajo la plaga, sin embargo, no sucumbió ante ella, el Emperador pudo ver como los cuerpos eran apilados en las calles, en espera de ser quemados, el imperio solucionó este problema creando enormes tumbas y recolectando los cuerpos dentro de ellas, algunas reportaban hasta siete mil cuerpos, siendo desbordadas rápidamente, se almacenaban cadáveres dentro de las torres y en las murallas, provocando un hedor que contaminaba al poblado entero.

Las calles estaban desiertas y el comercio fue abandonado, los alimentos escaseaban, la gente moría de inanición, la política bizantina se vino abajo, los impuestos aumentaron para los sobrevivientes, el ejército fue incapaz de mantener las campañas militares. Después del primer brote, se establecieron ciclos permanentes de infección, es probable que en el 600 el 40% del imperio hubiera sido mermado, en Constantinopla, la cifra era más alta, un 50% de la población había muerto.

En este punto el cristianismo comenzaba a interpretar y comprender estos eventos como castigo por los pecados, siendo atribuidos a la ira de Dios, sin embargo, la debilidad del imperio Bizantino dio paso a la rápida expansión del islam, pues las tribus nómadas de árabes comenzaron a moverse a las zonas poco pobladas.

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